miércoles, 23 de mayo de 2012

Adolescencia robada

    Fran, estudiante de bellas artes, era un fanático de la fotografía. Había pensado participar en un concurso organizado por la facultad pero buscaba algo especial, lugares y situaciones fuera de lo común  Para ello  pensó en organizar una expedición a Marruecos con uno de sus mejores amigos.  Ese sería un lugar donde se podrían captar imágenes muy especiales,  y a la vez involucrarse en su cultura.
    Llegaron a Tánger  e instalaron su tienda de campaña cerca de una aldea. Los dos  se quedaron muy asombrados cuando vieron a los niños  acercarse a ellos para estrecharles  la mano, a la vez que pedían alguna moneda o regalo. Parecía que aquellos niños sucios y de ropa vieja, disfrutaban de su presencia. Fran y su amigo pronto entablaron conversación con la gente de esta pequeña aldea, y pudieron comprobar que eran muy pobres pero que tenían un corazón tan grande como el desierto. Lo poco que tenía lo ofrecían, y lo más valioso para ellos era su famoso té.
    Alim, vivía en una de esas tiendas con su hija Zakia de trece años. Una tarde invitaron a Fran al ritual del té, y éste  pudo comprobar cómo carecían de cosas, que a nosotros nos parecen imprescindibles. Ellos solo tenía unas mantas  en el suelo y una simple cocina para calentar el agua del té, pero ofrecían lo poco que tenía hoy, sin saber lo que iban a tener mañana.
   Zakia era una niña muy alegre y le gustaba conocer todo lo nuevo que pasaba a su alrededor, tenía un alma aventurera que ocupaba el primer plano de su personalidad.
   Al día siguiente de tomar un fabuloso té Fran obsequió a Zakia con una misteriosa cajita cerrada para que la abriera cuando llegara a casa.  Zakia  llena de curiosidad, corrió a su casa para abrir esa cajita. En ella iba una bonita fotografía suya, y una nota invitándola a que lo acompañara a captar el encanto del desierto al atardecer y el embrujo de su aldea.
    La tarde estaba cayendo, la luz era suave y misteriosa, Zakia salió para reunirse con él, pero algo interrumpió su camino, una mano fuerte la arrastró y la llevó a un desolador camino donde fue despojada de su pobre ropa, maltratada y violada. No podía creer lo que le estaba pasando, ella    sabía que su vida  se  había acabado. Cuando llegó a casa su padre la esperaba.  Pronto supo que tenía que buscar al violador  y casarla con él, porque eso era una “mancha” demasiado grande para el honor de  la familia.
    Abbud, era treinta años mayor que ella, pero eso no importaba, ella nada tenía que hacer ni que decir. Su padre se la ofreció a su violador sin pensar en nada más que en su honor:
-  ¿Es necesario que me venda a mi violador? Dijo Zakia con lágrimas en los ojos.
- Hija sabes que ésta es la única solución para la desgracia que ha caído en la familia.
Zakia fue arrancada de su casa para llevarla a los brazos de ese malvado hombre que le arrebató  su niñez. Ella no lo pudo soportar y a los pocos días se suicidó.
Fran, nunca olvidaría cómo aquella nota en una preciosa cajita cambió la vida de esta pobre niña, y también la suya, porque vio  la injusticia de una cultura que nunca podría entender.
Fran volvió con una buena cartera  de espectaculares imágenes del desierto y de sus gentes. Ganó el primer premio, pero en su mente  quedaba  la imagen más preciada para él, la de aquella niña llena de vida, que una tarde, le arrebataron su niñez y su vida con ella. Desde entonces Fran acompaña sus fotos de noticias como esa, para concienciar al mundo de la necesidad de luchar por los derechos humanos.




MARÍA PÉREZ GARCÍA.  20/05/2012