domingo, 15 de diciembre de 2013

Carta de Amor

         Querido amigo, cuantos años estando a tu lado, cuantos momentos  de relax y paz junto a ti. Eras el centro de encuentro de todos nosotros, junto a ti se han declarado amores y destrozado corazones. Pero nunca me fijé en la importancia que tu presencia representaba. Siempre  estabas ahí, firme y fuerte, con tus brazos extendidos a todo aquel que a tu buena sombra se cobijaba. Has sido capaz de burlar el paso del tiempo, siempre  fuerte y seguro como una roca, has soportado grandes tempestades, fríos y heladas, mientras tus ramas se peleaban con el viento, tus raíces profundas, se abrazaban a la buena tierra y tus tallos altos, queriendo acariciar el cielo. Estabas presente pero no te veía.
         Nunca pensé que me causara tanto dolor verte tirado, tus fuertes ramas cargadas aún de vida, agonizan entre la maleza. La mano del hombre ha hecho que el filo de su hacha dañe tus entrañas. Tus raíces fuera de la tierra me dan escalofríos, te veo desvalido y sin vida, ya no me das el aire puro que mis pulmones necesitan, es mi corazón el que ahora llora por tu ausencia. Nunca creí que esto me causara tanto dolor, una lagrima resbala por mi mejilla mientras intento acercarme a tus débiles y frágiles tallos. Sola delante de ti, querido amigo, me pregunto ¿será esto amor? Quisiera que me contestaras con el sonido del aire azotando en tus ramas, pero solo tengo por respuesta el silencio.
Ahora quiero verte pero tú ya no estás.          

MARÍA PÉREZ GARCÍA 24 /10 /2013.

sábado, 2 de noviembre de 2013

El destino de una estrella fugaz




         Había una vez una enorme casa situada en medio de un valle. la casa estaba  rodeada de grandes jardines y en medio de ellos había  un bonito lago.

         A mi madre y a mí nos gustaba dar largos paseos en bicicleta, y nos encantaba pasar por allí porque sus caminos eran largos y llanos. Cada viernes por la tarde solíamos hacer juntas esos placenteros paseos.
         En la primavera todo estaba lleno de flores, de vida y de luz, hasta el gran picaporte de cara de león triste que colgaba de la puerta de la mansión, parecía sonreírme cuando pasábamos frente a él. Cuando las hojas se caen y los tonos rojizos envuelven el paisaje, todo parece cambiar incluso la luz parece misteriosa. Una tarde de lluvia decidí pasear yo sola con mi perro Panchi, porque a éste le gustaba la lluvia, le encantaba que las gotas de ésta resbalaran por su largo pelo. Al pasar frente la cara de león triste, Panchi se puso a ladrar y muy nervioso, miré hacia la puerta y vi que el picaporte me hacía señales con sus ojos enrojecidos. Mi boca se quedó abierta al igual que mis ojos. ¡El picaporte me estaba llamando! ¿Estaría soñando?, pero no, la lluvia caía en mi cara y era muy real. Al principio me asusté, pero pronto comprendí que no tenía nada que temer, que era completamente inofensivo, solo quería llamar mi atención y hablar conmigo.. Me acerqué con mucha cautela y pude comprobar que el león triste me estaba pidiendo que me acercara a él. Lo hice con bastante precaución, dando pequeños pasos hacia la enorme puerta y entonces me dijo:
         - Tenía ganas de verte a solas por aquí, porque sólo tú podrás ayudarme, gracias a tu pureza e inocencia.
         - ¿Cómo te puedo ayudar? Le pregunté.
         - Es muy sencillo, solo tienes que acariciarme con tu mano mi colmillo izquierdo. Sólo de esa manera podré despegarme de ésta enorme puerta en la que llevo pegado más de cien años.
         - ¿Pero qué harás tu fuera de tu lugar?
         - Mi sitio está muy lejos de aquí, ¿has oído hablar del carro de estrellas?
Yo formaba parte de él, pero un día tortuoso de lluvia de estrellas y meteoritos, me alejé de ese carro, que es llevado por mis padres y hermanos, y me caí al fondo de este lago. El contacto con el agua hizo que mi rostro se fundiera en un duro metal. Pasé muchos años sumergido en las aguas tranquilas del lago, pero un día un niño me encontró y lejos de ser puro e inocente, hizo que me pegaran a esta puerta para anunciar la llegada de sus comensales. Nunca nadie después a creído en mí, ni siquiera se han fijado en mi existencia, pero mucho menos escucharme como tú lo estás haciendo, por eso me he atrevido a pedirte este favor.
         Sin pensármelo dos veces me acerqué y le toqué su colmillo izquierdo. Nunca  pensé que mis ojos pudieran disfrutar de semejante espectáculo. 
Agarré fuerte a mi perro, la lluvia cesó, las nubes se abrieron y un cielo lleno de estrellas brillaba sobre nuestras cabezas, pero sobre todo seis estrellas que relucían más que las demás. De pronto  del fondo del lago salió una reluciente  escalera  tan larga que se fundía en el infinito. La cara del león ya no era triste, se estaba convirtiendo en un precioso cachorro que corría hasta  esa escalera que lo reclamaba, en mitad del camino se detuvo, miró atrás y me dijo:
         - Desde este momento cuando mires las estrellas yo estaré ahí y velaré por ti, cuando veas una estrella fugaz pide un deseo que yo lo escucharé.
         Vi como alcanzó esa enorme escalera que parecía engullirlo hacia el inmenso cielo. Cuando ya no podía verlo, todo volvió a la normalidad. De nuevo la lluvia mojaba mi cara y mi boca volvía a su posición. Miré la majestuosa puerta y vi que ya no colgaba una cara de león sino una mano de niña, que desde ahora sería la encargada de anunciar la llegada de huéspedes.  Cogí a mi perro y volvimos corriendo a casa, mi madre estaría enfadada porque había tardado mucho. Pensé  en contarle lo ocurrido pero decidí que este sería mi secreto, y lo guardé para siempre en mí.
         Cuando salimos a pasear juntas los viernes por la tarde y pasamos delante de la enorme puerta mi madre me dice:
         -No sé quién habrá quitado el picaporte tan bonito que había y han puesto esta simple mano.
         Yo sonreía y miraba hacia arriba, donde se que ahora hay siete estrellas en el universo que brillan más que ninguna.  


martes, 30 de julio de 2013

Mi familia


         Estaba sentado en el balcón de mi casa  observando a mis nietos jugar con sus amigos. Sus juegos eran extraños para mí, porque no corrían, no saltaban, no hacían nada que me recordara los juegos de mi niñez. Tenían en la mano algo muy pequeño y todos miraban muy atentos ahí, a una diminuta pantalla, de la cual salían vivos colores. Estaban quietos y callados y de pronto saltaban y reían, y de nuevo volvían a mirar dicho objeto. Yo recuerdo que jugábamos a las canicas, a las chapas, al escondite, corríamos como si la vida nos fuera en ello. Esos eran nuestros problemas más graves, no llegar el último. Nuestra guerra de bolas de papel, eran las más atroces y violentas. ¡Qué tiempos aquellos!
         De vez en cuando mis nietos se acercan a mi viejo sillón, del cual no me puedo levantar, y les gusta que les cuente aquellas historias que viví cuando era joven. Disfruto como un niño contándolas. Lo que más le gusta a Isabel es que le cuente como conocí a Gabriela, su abuela. 
         Yo vendía libros por las casas para ganarme unas” perrillas” después de hacer el trabajo del campo, y sobre todo los días de lluvia. Llamé al número quince de la calle gracia, ¡qué curioso el numero y la calle!, me abrió la puerta una morena de ojos negros y pelo ondulado, sólo al verla me dio un vuelco el corazón. Entablé conversación con ella, quería venderle una enciclopedia de la historia de España, pero salió su padre con el ceño fruncido, alisándose el bigote y preguntando que quien era a esas horas y con tanto palique. Cuando me presenté y dije a lo que iba, me dio con la puerta en las narices, pero un buen vendedor nunca desiste en el empeño y volví muchas veces a esa casa, hasta que me compraron la enciclopedia y conquisté a esa linda chiquilla.
Me hice adicto al tabaco porque en mi época estaba muy bien visto un hombre fumando, y yo quería seguir impresionando y conquistando el corazón de mi amada. Entonces no me temblaban las manos al intentar acariciar su pelo, mi sonrisa era limpia y brillante. Ahora veo los desastres que ha hecho el tabaco en mí, por algo me llaman José el mellado.
Mi nieta disfrutaba cuando describía a la abuela, decía que mi cara se transformaba, y que esa mirada triste y apagada que tenía se volvía brillante y alegre. La recuerdo en la cocina con su cucharón de palo removiendo el guiso de carne en la lumbre, era la reina de la cocina. Tuvimos una gran familia. Ella me enseño que esta palabra tiene aromas, huele a guiso, a aliento de canela en rama, a tierra mojada. En ninguna enciclopedia del mundo dice que la palabra familia huele, pero yo aseguro que eso es cierto. Aún lloro por ella, porque me veo cansado y viejo pero a pesar de todo, ya se me cuela alguna sonrisa al verme rodeado de esta mi familia.  

viernes, 12 de abril de 2013

La habitación de la abuela Lola.


El gran caserón de la abuela de Esmeralda se encuentra en las afueras del pueblo. Es una casa muy grande que sus antepasados mandaron construir hace muchos años, la casa ha pasado de generación en generación.
         En esa casa también vivió la madre y la abuela de Esmeralda, ambas fanáticas del orden y la decoración. El dormitorio  de la abuela Lola,  tiene excelentes ventanales con cortinas de encaje blanco, una cama de duro roble envejecido y dos mesitas de noche donde descansas dos lamparitas . Junto al ventanal está la mecedora, orientada a la verde pradera que tiene frente a ella. El espejo del  lavabo está en el otro lado de la ventana con su gran pileta de cerámica al igual que el jarrón del agua. El  peinador amarillo de seda con  peine y  cepillo de marfil, donde Lola pasaba largos ratos frente al espejo, cepillándose el pelo.
         Todo está decorado con mucho gusto y armonía. Su abuela adoraba estar en su habitación rodeada de sus muebles, en esa habitación vió nacer a sus cinco hijos, allí pasó y vivió momentos inolvidables. Todos sus muebles tenían un significado personal  para ella. Las fotos de sus antepasados estaban colgadas de la pared.
         Cuando la abuela murió  ésta habitación se cerró y la madre de Esmeralda  no quiso nunca entrar allí. Pensaba que su espíritu  aún seguía en ese dormitorio.
         Esmeralda, joven alegre y moderna  no quería seguir pensando que la habitación de la abuela tuviese que estar cerrada. Su madre se opone, a la idea de que Esmeralda ocupe  esa habitación. Pero ella es muy tenaz  y quiere cambiarse allí porque su orientación y su paisaje es el mejor de la casa. Su madre desiste en el empeño y la deja hacer.
Lo primero que quita es la vieja mecedora y en su lugar pone un sillón relax blanco de piel, el lavabo lo cambia por una cómoda de cajones con un espejo. Las fotos son sustituidas  por cuadros de vivos colores, Esmeralda pone la habitación adaptada a ella y a sus necesidades. Arrinconando los viejos muebles, en un habitáculo continuo  que estaba desocupado.
Todo estaba dispuesto para el cambio. Esta noche será la primera que pasará en su nueva alcoba. Cuando llegó la hora de irse a la cama, su sorpresa fue ver todo muy bien colocado, cada cosa en su sitio, pero no sus muebles sino los de la abuela.
Esmeralda no podía creerlo, pensó que eso sería una broma de mal gusto de alguno de la casa y volvió a quitarlos y a poner los suyos.
         Al día siguiente pasó lo mismo, los viejos muebles de la abuela habían vuelto de nuevo a su lugar, cada foto en su correspondiente clavo, y la mecedora se balanceaba sola frente a la verde pradera. Esmeralda entendió que la abuela no quería arrinconar sus muebles y con ellos sus recuerdos, quería que siguieran vivos, pasando de generación en generación. Desde entonces Esmeralda, duerme en este aposento pero dándole vida a los viejos muebles de la abuela Lola.

lunes, 25 de febrero de 2013

El misterio del río


Sé que estoy llegando a casa por el bramido del río. De nuevo está fuera de su caudal regando prados y huertos cercanos a él. Llevamos muchos días de lluvia en la montaña y eso lo notamos en su caudal. Mi casa está cerca, pero nunca sus aguas la alcanzaron, aunque si las hemos visto muy cerca.
 Esta noche de nuevo estaré en mi hogar con mis padres. Ellos estarán esperándome al calor de la chimenea que tenemos en la cocina. Me encanta sentarme con ellos, mirar las montañas que nos rodean, charlar de las historias nuevas y viejas del pueblo, y estoy segura que con ellos está el tío Tomás, un vecino solitario que siempre está en casa. Yo lo considero mi abuelo postizo, porque desde pequeña lo he visto con nosotros.
         Al llegar me encuentro a mis padres sentados cerca de la chimenea con caras preocupadas. Se alegraron mucho al verme, pero pronto noté su preocupación.
         -De nuevo el río se ha llevado el huerto y las gallinas del corral. Dije yo.
         Mi madre con una leve sonrisa me dijo que las gallinas estaban en el gallinero y el huerto sí que estaba tapado por las aguas del río, pero que eso no les preocupaba demasiado. Pronto eché de menos la presencia de alguien.
         -¿Donde está eL tío Tomás?
         Sus caras se volvieron tristes y pensativas. Me di cuenta que algo extraño sucedía. Mi padre me comentó que hacía ya varios días que no iba por casa, que lo buscaban pero nadie sabía nada de él aunque en su casa la luz seguía encendida y la radio puesta.
         Al día siguiente busqué a mi amiga de siempre para que me contara que nuevas había en el pueblo. La encontré sumida en una gran tristeza debida a la situación angustiosa por la que estaba pasando. Su novio hacía semanas que no venía a verla.
         -No te preocupes, estará trabajando en la montaña y no podrá bajar.
        -No creo, él siempre tiene un rato para venir a verme. Sus padres dicen que salió de casa y no saben nada de él. Aquí están pasando cosas muy extrañas, la gente desaparece sin dejar rastro. Me fui a casa muy inquieta pensando en lo que me habían contado.
   Pasaron los días y no apareció el tío Tomás ni el novio de mi amiga. Las aguas de río parecían mas tranquilas, y pronto nos dimos cuenta que la tienda del pueblo llevaba ya dos días cerrada. El tendero salió para traer fruta fresca y no había vuelto. Mi pueblo es muy pequeño y esto nunca había pasado, todos estábamos  muy preocupados y asustados, nadie quería salir solo por las noches, y en el bar decían que habían visto por las montañas un hombre vagabundear, que no era vecino del pueblo.
         Una tarde fui a buscar a mi amiga, y por el camino creí notar la presencia de alguien que me miraba fijamente la nuca; me volví sobresaltada pero no vi a nadie. Más adelante escuché pasos detrás de mí, con una respiración acelerada. Mi corazón sí que estaba acelerado, aligeré el paso, pero el ruido de unos pies cansados pero rápidos estaba cada vez más cercano. Mi miedo era tan grande que no podía correr, estaba paralizada. De pronto una mano grande y fría me tapó la boca, me arrastró y me metió en una vieja y maloliente furgoneta. Pensé que allí se acababan mis días, me vino a la mente la imagen de mis padres y me puse a gritar llamándolos. No sabía dónde iba, pero a través de un sucio cristal podía ver que nos acercábamos  a un lugar donde el río era tan grande que se podía confundir con el ancho mar. Me bajó arrastrándome del pelo. Pude ver sus pies que eran grandes pero torpes. Yo no dejaba de gritar y pedir ayuda, pero de nada me servía, el bramido del rio era tan fuerte que nadie podría escucharme. De pronto sus torpes pies tropezaron con el espeso follaje del camino y en un descuido pude escapar de sus garras. Corrí como loca sin mirar atrás hasta que llegué a un lugar donde había unos cazadores buscando sus presas. Sentí que volvía a nacer cuando vi que eran unos vecinos del pueblo. Cuando pude hablar les conté lo sucedido y nos volvimos a casa. Lloré con fuerza al sentirme en los brazos de mi madre.
         Al día siguiente se organizó la búsqueda y captura de este sujeto por el lugar que yo estuve. Policías con  perros rastreadores y un gran número de voluntarios del pueblo estuvieron rastreando la zona todo el día hasta que por fin los perros dieron con él.
  Gritaba, como loco, diciendo que el río nos tragaría a todos  si no les ofrecíamos más sacrificios de vidas humanas. Su mente estaba enferma desde que su hija pequeña se la tragaran las aguas de este río. Pensaba que en las aguas había un ser fantástico que necesitaba tener compañía, y que si él le regalaba vidas, ella le devolvería la de su hija. Toda su violencia era la expresión de su profunda tristeza y de su miedo.
         Este hombre comenzó a recibir la ayuda médica necesaria, y la normalidad volvió a mi pueblo.

jueves, 17 de enero de 2013

La importancia de un amigo


Los seres humanos nos creemos muy importantes y grandes en nuestro planeta, pero si miramos un poco hacia la grandeza del universo nos damos cuenta que no somos nada, que somos frágiles como un pedacito de cristal. Dentro de nuestro pequeño mundo vivimos rodeados de personas y cosas. A veces somos tan ingenuos que le damos más importancia a las cosas que a las personas. Si nos miramos en el fondo de nuestro ser, nos daremos cuenta que sin esas personas, sobre todo las más cercanas a nuestra vida, no somos nada.
         Lo más importante es nuestra familia, ésta la tenemos venerada por todos, pero tenemos un eslabón muy importante en nuestra cadena, y que son los amigos. A estos, nosotros los elegimos, por eso ocupan un importante lugar en nuestra existencia. La persona que no tiene amigos, yo creo que tiene un gran vacío. La amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de intrascendencia, pero siempre importante, no importa la edad, un amigo siempre tiene su debida importancia. Cuando eres joven o adolescente tu amigo es muy importante porque puedes hablar con el de cosas que tú crees que tus padres no  entienden. A una edad más avanzada, el amigo sigue teniendo la misma importancia porque siempre hablas cosas con el que tú crees que otra persona no lo entendería.
         Un buen amigo está contigo siempre que lo necesitas. Si tienes una alegría y no tienes a quien comentársela, esta alegría le falta el entusiasmo compartido. Lo mismo pasa, si tienes algún problema o preocupación, se lo cuentas a tu amigo, y ese problema parece volverse un poco más liviano. Todo esto por supuesto si es un AMIGO, porque de estos hay pocos, conocidos todos tenemos las agendas llenas, que son importantísimos también en nuestra vida, nos la alegran cuando compartimos gustos, ilusiones y proyectos juntos.
         Este mundo sería muy triste si no tuvieras nadie con quien compartir. Yo me siento muy afortunada porque la vida me ha dado una gran familia, y un buen puñado de amigos como tú, que te has robado un ratito de tu tiempo para leerme.