martes, 20 de junio de 2017

EXPERIENCIAS COMPARTIDAS


Nunca pensé que pasarme una semana en la playa, en un bonito y confortable hotel fuera a causa de mi trabajo y no quiero decir que sea porque mi esfuerzo y quehacer me haya permitido dicho viaje. No, mi faena es estar aquí y ahora disfrutando de todo un lujo de instalaciones y playa, pero lo más importante es la compañía. La Asociación Alcrebite (Asociación de familiares y enfermos de Alzheimer) se ha trasladado una semana a la playa. Estamos trabajando, pero es tanta la recompensa que el trabajo se vuelve placer.
Nuestros mayores tienen un duro pasado a sus espaldas, y ahora en la última etapa de la vida, la enfermedad los castiga de una manera descomunal. Creo que es una de las peores enfermedades. Que tus recuerdos se te borren es como borrarte de un plumazo de toda una vida, de la tuya. Pero mi Asociación está aquí para ayudarles y guiarles en este duro camino. Llevarlos a la playa, caminar pisando la fina arena mojada, dejar que las olas vengan acariciar sus hinchados y cansados pies, todo eso para nosotras es un placer, porque ver sus caras sonrientes ver su rostro entre sorprendido e iluminado, eso no tiene precio. Unidos en la playa sin distinción, salud y enfermedad cogidos de la mano y apoyándonos todos.
A pesar de estar presente la enfermedad, la coquetería perdura en las mujeres. El pelo no quieren que se les moje porque se despeinan y están feas. Sus uñas las quieren tener pintadas y bien arregladas, y por su puesto aquel collar de perlas que le regaló su hija, ese no se lo quitan.  Cuando llega el momento de la foto, todos se acicalan. Algunas sin su carmín en los labios no quieren estar, la foto saldría sin color.
Todos juntos y luchando, porque cuando unimos nuestras fuerzas el peso es compartido. Por la noche llega la hora de la ducha y de ponernos nuestras mejores galas para ir a cenar. Este momento es genial. Abren sus maletas y buscan entre la ropa que sus hijas le han preparado, lo que mejor les combina. La ilusión reflejada en sus caras es digna de admirar.
Pero no todo es tan perfecto, porque como ya sabemos la enfermedad está acecho, y pronto muestra su lado más oscuro. La desorientación, la incertidumbre de no estar en el lugar de siempre les rompen sus esquemas, se ponen nerviosos, se enfadan y a veces lloran. Es aquí y en este momento donde el peso entero cae en sus ya deterioradas familias, que, aunque cansadas, siguen adelante con un abrazo, una sonrisa o un “venga que estamos aquí todos contigo”. Nosotras (el equipo técnico, como nos llama nuestra presidenta) también estamos ahí en esos momentos e intentamos darles un poco de aliento a esa castigada familia, que como ya he dicho nunca se cansan, pero un soplo de aire fresco también les viene bien.
Y así entre todos, hemos pasado unos días inolvidables, porque las experiencias vividas con ellos son imborrables. El saco lo tenemos lleno de anécdotas. Anécdotas de cosas sencillas y humanas como, por ejemplo, mujeres acostumbradas a trabajar, a que nunca nadie ha hecho nada por ellas, ahora en estas vacaciones, antes de salir de su habitación hacen su cama, lavan sus toallas y friegan su habitación, porque eso de salir con la cama sin hacer no está bien.
Nos quieren agradecer siempre nuestra ayuda con lo mejor que tienen, pero lo que ellas y ellos no saben es que nuestra mayor recompensa es ver su sonrisa, verles disfrutar de cosas tan sencillas como una brisa marina, o un cálido atardecer sentados en la terraza del hotel. No necesitamos riquezas ni grandes cosas, tan solo necesitamos personas con corazón y grandes sentimientos como son los que formamos esta Asociación. ASOCIACIÓN ALCREBITE.



MARÍA PÉREZ GARCÍA


lunes, 5 de junio de 2017

UNA MENTE, UN PENSAMIENTO Y LA REALIDAD



Cuando era pequeña tenía un sueño, soñaba ser invisible, porque tenía muchas ocasiones en las que me hubiera gustado observar sin ser vista. Imaginaba que me envolvía en una gran capa negra y ya nadie podía verme. En mi clase yo no era muy popular, pasaba desapercibida, de ahí la ilusión y la fantasía, de ser invisible para poder hacer cosas con aquellas personas que no me aceptaban.
Ahora ya no voy al colegio, ya salí de la facultad y tengo mi vida un poco encaminada y unos amigos encantadores. Nos gusta reunirnos e ir a fiestas y hacer viajes juntos. Hace un par de semanas hicimos un viaje a Santiago de Compostela y tuvimos la mala suerte de tener un accidente de tráfico. El coche dio varias vueltas de campana y se quedó con las cuatro ruedas hacia arriba. Aquel día nuestro ángel de la guarda debió estar muy cerca de nosotros porque los cuatro salimos ilesos. Cuando pudimos salir entre los amasijos de hierros, todos nos abrazamos y llorábamos por lo sucedido. Pero algo raro noté, y es que mis amigos me buscaban y lloraban por mí. Decían que no me encontraban y yo allí a su lado dando saltos y diciéndoles que estaba allí a su lado. Pensé que un golpe en la cabeza debió bloquearlos y por eso no podían verme. Entonces pensé que, si un golpe los trastornó, otro quizás los sanaría. Yo con toda mi buena fe, cogí un palo que había por allí y me fui a golpear a Marta que estaba más cerca de mí. Mi sorpresa fue cuando los vi correr y gritar diciendo que un palo los perseguía.
- ¡Por dios, pueden ver el palo y a mí no! Algo está fallando. La gente llegaba al lugar del accidente y todos me buscaban, decían que había desaparecido. - ¡Pero qué barbaridad si estoy aquí! Empecé arrojar objetos y todos salieron espantados diciendo que ese lugar estaba encantado y que las ánimas del purgatorio me habían llevado. -¡Madre mía hasta donde pueden llegar las mentes! Pensé.
 Pero la situación no cambiaba, a mis amigos se los llevaron y allí quede sola, con la voz rota de tanto gritar. Me paré a pensar y llegué a la conclusión de que mi sueño de niñez se había hecho realidad. ¡Al fin soy invisible! Pensaré un plan.
No fue fácil salir de allí sin ayuda, pero me las arreglé para subir a un coche que se paró para echar un vistazo al lugar del accidente embrujado. Era muy curioso estar en un lugar y que no te puedan ver. Este matrimonio era muy corriente, no hacían nada ni decían nada interesante, la verdad es que me estaba aburriendo, tampoco podía hacer nada. De pronto pensé que un poco de música me vendría bien. Puse la radio a todo volumen. ¡Qué susto se llevaron! La bajaron enseguida incluso la apagaron, pero yo la volví a encender despacito, un poco más y a tope otra vez. Giré el retrovisor del espejo, necesitaba ver mi aspecto, pero ¡sorpresa! No vi reflejada ninguna imagen. Entonces pensé que, si para mí no servía, lo arrancaría, el caos se armó dentro del coche.
-Juan, ya te he dicho que este coche es ya muy viejo y que teníamos que cambiarlo, se le está cayendo hasta el espejo.
- nada de viejo, lo que pasa es que, por pararnos a curiosear en el lugar del accidente, que es que te gusta mucho cotillear, nos hemos traído el espíritu maligno.
Me bajé cuando vi un lugar conocido, y estuve andando por las calles y metiéndome en tiendas para probarme vestidos. Las empleadas se marcharon con un ataque de nervios, los vestidos volaban solos y entraban y salían de los probadores. Que tarde más divertida, mi sueño se estaba cumpliendo. Llegada la noche decidí entrar casa de una amiga de la infancia, la más popular de la clase. La esperé en el portal y me cole en su casa. Que piso más espectacular tenia, parece que los negocios le iban bien.
Me comí su cena, me puse sus ropas y ella, histérica llamó a su psicólogo diciéndole que tenía otro ataque de ansiedad, pero que esta vez veía moverse las cosas y desaparecer su cena. Decidí darme un baño en esa gran bañera que tenía, pero yo con el afán de mover objetos cogí el secador para enchufarlo, se me resbaló y cayó dentro de la bañera donde estaba. Mi cuerpo llevó una gran sacudida. De pronto abrí los ojos y me vi en una cama de hospital rodeada de médicos y enfermeras preguntándome que como me encontraba. Entre ellos se decían que por fin me habían recuperado. Al fondo oí una voz que dijo:

-decirles a sus amigos que de esta sale.
MARÍA PÉREZ GARCÍA